PINTURA
Desastres Iconográficos
Aproximadamente en 1988 comienza esta etapa, que en realidad no lo es, ya que se trata del “desarrollo normal de la obra de todo artista” y constituye, según el propio Arribas, “una denuncia del abandono, incuria y malos tratos que se pueden apreciar en nuestro románico”1, en un principio, y, más tarde, en “el Mozárabe, Gótico, Barroco… para establecer una nueva comunicación del arte entre el pintor y el observador”2. En estas pinturas retoma la figura humana que había desaparecido casi por completo desde su etapa académica allá por los primeros años de la década de los 70, volviendo “a ser el centro de su obra, (…), pero de forma muy distinta a sus retratos de hace veinte años” esa figura humana es utilizada “como pretexto para reflejar su preocupación por la pérdida del arte mural”3.
Estas pinturas, en su inicio y sobre todo en sus obras de gran tamaño, no dejan de ser fachadas al igual que las de la etapa anterior, pero mucho más complejas, en ellas se observan las mismas paredes encaladas, vanos, desconchones que dejan ver el ladrillo y vigas envejecidas por el paso de los años, aunque con la aparición de figuras que simulan ser imágenes antiguas estropeadas por la mano del hombre (anexo). De algún modo tiene bastante que ver con el cuadro dentro del cuadro, algo que podríamos calificar como metapintura. Poco a poco esas fachadas van desapareciendo como tal (anexo) y su complejidad también con obras de menor tamaño y elementos más amables y sencillos como desnudos, sobre todo femeninos, bodegones, y figuras de animales, dibujados más que pintados (anexo).
Estas obras están inspiradas en su larga etapa de restaurador y su preocupación por el patrimonio histórico artístico, sobre todo de su entorno, queda patente también en sus escritos4.
1 GUERRA, Ricardo. “Desastres Iconográficos. Nueva serie pictórica de J. A. Arribas”, El Diario de Ávila, 29 de agosto de 1988, p. 8.
2 LO MEJOR DE LAS AUTONOMÍAS. “José Antonio Arribas: la cultura del arte pictórico”, Lo mejor de las autonomías (Madrid), 93 (2010), p. 60.
3 ALONSO, M. S. “José Antonio Arribas, pintor por predestinación”, El Diario de Ávila, 3 de noviembre de 1989, p. 32.
4 Tal y como puede apreciarse en ARRIBAS, José Antonio. “Clamando en el desierto”, La Llanura de Arévalo, 16 (2010), p. 7, o en ARRIBAS, José Antonio. “Plaza de la Villa: Soberbia y Miseria”. La Llanura de Arévalo, 20 (2011). p. 5.
Estas pinturas, en su inicio y sobre todo en sus obras de gran tamaño, no dejan de ser fachadas al igual que las de la etapa anterior, pero mucho más complejas, en ellas se observan las mismas paredes encaladas, vanos, desconchones que dejan ver el ladrillo y vigas envejecidas por el paso de los años, aunque con la aparición de figuras que simulan ser imágenes antiguas estropeadas por la mano del hombre (anexo). De algún modo tiene bastante que ver con el cuadro dentro del cuadro, algo que podríamos calificar como metapintura. Poco a poco esas fachadas van desapareciendo como tal (anexo) y su complejidad también con obras de menor tamaño y elementos más amables y sencillos como desnudos, sobre todo femeninos, bodegones, y figuras de animales, dibujados más que pintados (anexo).
Estas obras están inspiradas en su larga etapa de restaurador y su preocupación por el patrimonio histórico artístico, sobre todo de su entorno, queda patente también en sus escritos4.
1 GUERRA, Ricardo. “Desastres Iconográficos. Nueva serie pictórica de J. A. Arribas”, El Diario de Ávila, 29 de agosto de 1988, p. 8.
2 LO MEJOR DE LAS AUTONOMÍAS. “José Antonio Arribas: la cultura del arte pictórico”, Lo mejor de las autonomías (Madrid), 93 (2010), p. 60.
3 ALONSO, M. S. “José Antonio Arribas, pintor por predestinación”, El Diario de Ávila, 3 de noviembre de 1989, p. 32.
4 Tal y como puede apreciarse en ARRIBAS, José Antonio. “Clamando en el desierto”, La Llanura de Arévalo, 16 (2010), p. 7, o en ARRIBAS, José Antonio. “Plaza de la Villa: Soberbia y Miseria”. La Llanura de Arévalo, 20 (2011). p. 5.